Hace algunos años, vivía en una rutina que no me llevaba a ninguna parte. Estaba desconectada de mí misma, apenas sabía quién era realmente. Mi vida se sentía vacía y automática. Salía de fiesta constantemente, consumía de todo y tomaba decisiones impulsivas sin siquiera preguntarme por qué. Pasaba de un trabajo que no me gustaba a otro que me gustaba menos. Estaba atrapada en una relación tóxica, me alejé de mis amigos y familia, y buscaba gratificación instantánea para aliviar el sufrimiento interno. Por fuera, parecía ser la Cami feliz y amorosa que siempre daba ánimos a todos y mantenía la mejor actitud, pero por dentro estaba completamente perdida y sufría en silencio.

El dolor en el día a día se volvió tan insoportable que supe que tenía que cambiar. En ese momento, la vida me ofreció una oportunidad. Un amigo me habló de un curso de meditación, un reto de 7 días. Aunque nunca había practicado la meditación antes, decidí intentarlo, dispuesta a probar cualquier cosa que pudiera ayudarme. Fue entonces cuando descubrí la atención plena por primera vez. 

Durante esos 7 días de meditación, noté que mis reacciones automáticas comenzaban a disminuir. Uno de mis grandes desafíos era la alimentación; solía comer mal y me costaba controlar mis impulsos. Pero, sorprendentemente, empecé a tomar decisiones más conscientes y saludables sin esfuerzo. Me sentí maravillosamente libre de la voz interna que me había mantenido atrapada en patrones negativos.

Años más tarde, durante un viaje por el norte de Argentina, encontré un libro que me permitió sumergirme más profundamente en el poder del momento presente. Entendí que más allá del ruido cotidiano, existía un lugar de silencio, quietud y amor puro al que podía acceder siempre que lo necesitara. Esta revelación cambió mi vida por completo.

Desde entonces, aunque hay épocas en las que me siento más presente y otras en las que menos, siempre tengo cerca esta herramienta divina que consiste en habitar con todos mis sentidos el momento que se presenta. Me permite ir más allá de mis emociones, pensamientos y personalidad. Me escucho más atentamente, tomo decisiones más conscientes y soy más asertiva en todos los aspectos de mi vida.

Ahora disfruto de una congruencia entre lo que pienso, digo y hago, algo que antes parecía imposible. Mi vida profesional también ha mejorado; aunque aún no tengo el trabajo de mis sueños, puedo aportar amor, paz y conciencia en mi entorno laboral, y eso es precioso. Al reflexionar, noto cómo las semillas de atención plena que he plantado a lo largo de los años florecen día a día. Aunque a veces dedico más tiempo y otras menos, siempre me regalo un momento de conexión. Hay días en los que solo encuentro paz después de practicar mindfulness, pero sé que siempre tengo esta herramienta a mi disposición.

Te cuento mi experiencia porque creo totalmente que la atención plena te cambia la vida. Puede que sea algo nuevo para ti y que aún no entiendas completamente de qué se trata, o puede que lo hayas intentado sin ver resultados significativos. Los beneficios del mindfulness se cosechan como el dulce fruto de un árbol: necesitas dedicarle amor y paciencia cada día. Con el tiempo, te sorprenderán los cambios que experimentarás en ti y en tu entorno.

Recuerda, tu vida es un reflejo de lo que llevas dentro. Si no te escuchas a ti mismo ni prestas atención a tus pensamientos y sentimientos, no puedes elegir las semillas que plantas en tu mente y corazón.

Es momento de hacer una limpieza, de sembrar con amor y paciencia.

Con el tiempo, si mantienes la constancia y dedicación, descubrirás un nuevo mundo gracias a una nueva perspectiva de la vida.

Manos a la obra, con amor y con paciencia.

Empieza hoy tu viaje hacia la transformación con mindfulness.

Cami, de El Viaje de Ahora.